Tomb Raider 2

A mi mujer, para su cumpleaños, le regalo el juego de Lara Croft para Playstation 2, que es un juego increíble, y ahora quién le quita el control de las manos. No soy ningún conocedor, pero se nota que el juego es uno de lo más estimulantes que ha dado el mundo del videojuego (considerar que las movidas de Croft requieren además de ingenio, paciencia, y un cierto don hormigueante de la exploración).

La película, en cambio, lastimosa. Hubiesen podido hacer de Lara Croft el señuelo icónico del boxoffice –la figura da para eso– pero se quedaron con una película que merece una estrella y media en el rating de esta columna.

La edición incomoda a cualquiera. Los efectos especiales son presupuestados y pobres, una antinomia insostenible hoy que contamos con referencias perfectas como lo son el Matrix o Charlie´s Angels. Las locaciones y los props dejan aún más que desear.

La película trata el tópico brillante de la Caja de Pandora, y en lugar de concedernos todo el volumen de hermetismo y misterio que semejante tópico reclama, se inclinan por un guión resueltamente mediocre (que jamás sabrá competir con El Señor de los Anillos, por dar otra referencia de turno). El humor, para las personas que hicieron este filme desconsolado, aún no ha sido inventado.

Diríamos que es una suerte de copia de Indiana Jones, pero en asqueroso. Lo menciono porque Raiders of the lost ark es uno de mis filmes preferidos de todos los tiempos, y cuando era niño lo vi por lo menos unas quince veces y me aprendí los diálogos de memoria. Lara Croft, como Indiana Jones, está buscando un misterio esencial –la Caja de Pandora, ya se dijo, cuando Jones buscaba el Arca de Noé. Y aquí mi punto: la Caja de Pandora –esa escena final en un set acartonado– no es otra cosa que una vulgaridad completamente decepcionante, cuando el Arca, de su lado, libera en nosotros nuestras mejores fantasías teológicas.


(Columna publicada el 27 de septiembre de 2003.)

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Como periodista, trabaja actualmente para los diarios locales El Siglo XXI y El Periódico, en donde desde el 2002 escribe una columna semanal (Buscando a Syd), y donde también trabajó durante varios años en la sección cultural. Asimismo mantuvo columnas permanentes de opinión de cine y literatura en los diarios El Quetzalteco y La República, y ha colaborado en diversas revistas, fanzines y publicaciones del medio.
 
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