Hotel Rwanda


Hotel Rwanda, dirigida por Terry George (En el nombre del hijo), es la película que estábamos esperando sobre el genocidio en Ruanda. Y sin embargo –son las paradojas del arte– su intención no fue acaso nunca agotar este episodio sangriento: se limita a contarnos el relato de un manager de hotel, en Kigali, y de cómo convirtió este hotel –con su valor, su mero ingenio– en un campo de refugiados tutsis, en el corazón de la masacre hutu, salvando así miles de vidas. El manager de hotel se llama –vive ahora en Bélgica, es un personaje de la vida real– Paul Rusesabagina.

Limitando el espectro narrativo a este caso particular –extraordinario, eso sí– el director logra más que si hubiese querido abarcar el genocidio con una lente más grande y ambiciosa. No precisa juntar todas las historias para contar la Historia.

Paul Rusesabagina (Don Cheadle es el actor encargado de representarlo) y millones más fueron abandonados a su suerte por la UN y los llamados países civilizados, cobardemente. Todos se fueron. Todos. Los blancos. Cerraron los ojos, mientras los hutus y la Interhamwe estaban matando “cucarachas”, en una de las más oscuras cruzadas de limpieza étnica que ha visto el hombre. Un millón de muertos. Cien días bastaron. A cincuenta años de Auschwitz, todo seguía exactamente igual. Y Africa a la deriva.

“Estoy tan avergonzado”, dice en un momento uno de los reporteros (Joaquin Phoenix), al abordar el autobús destinado a sacarlo de Ruanda.

“No eres ni siquiera un negro. Eres un africano”. Con esta sentencia despiadada, por otro lado, el Coronel Oliver (Nick Nolte), cuadro al mando de la UN durante el genocidio en Ruanda, le roba toda esperanza a Paul, toda esperanza de ser rescatado por las superpotencias, pues en la agenda de las superpotencias sólo caben unos mezquinos superintereses, y un habitual superegoísmo.

Yo estaba en Inglaterra cuando sucedió lo de Ruanda; visitaba a mi padre, que allí vive. “Les cortan los tendones para que no puedan correr”, me explicaba él, desmoralizado. Yo no entendía. Ruanda era un agujero negro, y los machetes danzaban.


(Columna publicada el 26 de abril de 2005.)

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Como periodista, trabaja actualmente para los diarios locales El Siglo XXI y El Periódico, en donde desde el 2002 escribe una columna semanal (Buscando a Syd), y donde también trabajó durante varios años en la sección cultural. Asimismo mantuvo columnas permanentes de opinión de cine y literatura en los diarios El Quetzalteco y La República, y ha colaborado en diversas revistas, fanzines y publicaciones del medio.
 
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