Un bello pueblo llamado Saló


No me arrepiento de haber ido a Saló, cuando lo hice, no me siento mal por haberme sentado en una de las bancas frías de este pueblo minúsculo, ubicado a la orilla occidental del Lago di Garda, no tengo derecho a olvidar lo que allí sentí, porque lo sentí todo.

Ese lugar tiene algo. Mussolini lo tomó como último bastión del fascismo italiano, al proclamar la República Social Italiana, prenda final de su poder desquiciado y retórico.

Si me he puesto de pronto a hablar de Saló no es porque tengo ganas de divagar sobre un paraje europeo, sino porque acabo de presenciar la famosa película de Pier Paolo Pasolini, “Saló o los 120 días de Sodoma”. Hasta ahora no la había visto, imaginen. ¿Y en dónde, y cómo, tomando en cuenta que en Guatemala era imposible encontrarla por ningún lado…? Pero recientemente el cineasta y compadre Luis Urrutia la trajo para colocarla en un festival de cine que realizó hace nomás unos meses, y de esa cuenta terminé con una copia.

Es sin duda la película más escandalosa que he visto en vida, o sea que por una vez la leyenda no es apenas gas inflando el globo, aire. Esta película es del año 1976, o sea del año en que nací, y dudo de que haya aparecido arte más enfermo desde entonces. Digo arte, porque sin duda el “gore” ha alcanzado cumbres más ruinosas, pero difícilmente a la vez tan bellas: “Saló o los 120 días de Sodoma” es una espléndida pieza cinematográfica.

Se trata de una adaptación de la compulsiva obra del Marqués de Sade, escrita en su estancia en La Bastilla. Pasolini sitúa la obra de Sade en una villa en Saló tomada por fascistas depravados, que formulan su propio paraíso intolerable, encerrando a un grupo de niños, después de secuestrarlos, y sometiéndolos a los más siniestros actos de sodomización, coprofagía, tortura, y muerte.

Pasolini nunca pudo ver terminada su obra (como de hecho Sade nunca vio publicado su libro) porque fue asesinado de manera tremenda y brutal; su cuerpo quedó abandonado en un descampado, cerca de la playa de Ostia.


(Columna publicada el 7 de septiembre de 2004.)

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Como periodista, trabaja actualmente para los diarios locales El Siglo XXI y El Periódico, en donde desde el 2002 escribe una columna semanal (Buscando a Syd), y donde también trabajó durante varios años en la sección cultural. Asimismo mantuvo columnas permanentes de opinión de cine y literatura en los diarios El Quetzalteco y La República, y ha colaborado en diversas revistas, fanzines y publicaciones del medio.
 
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