Las adulteraciones de la carne
El director canadiense David Cronenberg (1943) es uno de mis favoritos. En 1979 publica The Brood, toda una metáfora en clave de suspense, en clave de horror, sobre la somatización de nuestras emociones. En 1983 aparece Videodrome (actúa James Woods), filme que lo coloca en el ojo público; aquí Cronenberg investiga las relaciones entre televisión y manipulación cerebral. The Fly (1986), con Jeff Goldblum y Geena Davis, es un remake en dónde se advierte cómo la tecnología, lejos de ser un factor de trascendencia biológica, es una puerta a nuestra animalidad, en el sentido más oscuro de la palabra. Dead Ringers (1988) nos presenta la historia demente de dos ginecólogos gemelos (Jeremy Irons). Naked Lunch (1991) es una mezcla tremendamente rara y alucinatoria: la obra clásica de Burroughs y la propia vida de Burroughs generan un mundo alterado en la mente expansiva de Cronenberg. M. Butterfly, también con Jeremy Irons, es de 1993. Una historia real, sobre un hombre que se enamora de una cantante de ópera que resulta ser, además de espía, hombre. Esto en la China de los sesentas. Compleja, hermosa. Crash (1996) está inspirada en la obra de JG Ballard. Con James Spader y Holly Hunter. Una atmósfera perturbada de prótesis, sexo, materia artificial, violencia, cuerpo vivo abriéndose. Del accidente vial como afrodisíaco. eXistenZ (1999) nos introduce al mundo de los videojuegos: un ensayo cinematográfico, bastante lúdico, sobre virtualidad y realidad objetiva. Le agradezco a Cronenberg la obsesión por el cuerpo, porque yo también la tengo. No la carne bíblica-metafórica –al polvo volveremos– sino la realidad celular: fluidos, líquidos. Fascinación morbosa-científica por las adulteraciones de la carne.
(Columna publicada el 7 de diciembre de 2004.)
(Columna publicada el 7 de diciembre de 2004.)
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