Shrek II
Un problema de la izquierda local es que a falta de intelectuales y mensajeros rigurosos se ha vuelto un chiste, una nebulosa ideológica, sin lecturas actualizadas, preñada de lugares comunes, y por si fuera poco, cundida de grafittis políticos con faltas de ortografía.
La izquierda de los Estados Unidos está haciendo cosas muy interesantes en cuánto a productos ideológicos de alcance, esto a pesar del Goliat siempre vivo del neomacartismo (no es fácil, y nunca ha sido fácil, dormir con el enemigo).
Está el caso muy sonado de Michael Moore, pero evidentemente no es el solo interesado, ni el único interesante. Tuve la oportunidad de ver los últimos cincuenta minutos de Corporation, una exposición detallada de los crímenes de las grandes transnacionales. Una sacudida, un examen de conciencia, un bocado altamente venenoso.
Entre las corporaciones mencionadas está, por supuesto, Disney. Y cómo iba a faltar. Realmente, uno a veces olvida lo que se encuentra detrás del orgasmo de las animaciones y los parques temáticos. Nos basta a menudo con verificar la sonrisa de nuestros hijos, su ilusión y su momento, cuando juegan, por ejemplo, con su muñeco plástico Shrek, apenas adquirido en un restaurante de comida rápida. Olvidamos, claro está, que alguien a quién no conocemos (toda marca genera anonimato) ha tomado en cuenta a nuestro hijo como un consumidor incuestionable y activo.
Nuestros hijos todavía no hablan, pero ya consumen.
¿Por qué, yo me pregunto, si yo he ido específicamente a comer, he terminado comprando un juguete? Comer, pero entonces comprar un juguete, y entonces ver la película, y la versión en español, y la versión en inglés, y la secuela, y la otra secuela, y me agencio el DVD, y Disney, y Dreamworks, y todas las malditas fantasías animadas, las de ayer, las de hoy, y las que faltan por venir, que son miles, y no pocas, cada vez más sofisticadas, mercadeadas, ineludibles.
(Columna publicada el 3 de julio de 2004.)
La izquierda de los Estados Unidos está haciendo cosas muy interesantes en cuánto a productos ideológicos de alcance, esto a pesar del Goliat siempre vivo del neomacartismo (no es fácil, y nunca ha sido fácil, dormir con el enemigo).
Está el caso muy sonado de Michael Moore, pero evidentemente no es el solo interesado, ni el único interesante. Tuve la oportunidad de ver los últimos cincuenta minutos de Corporation, una exposición detallada de los crímenes de las grandes transnacionales. Una sacudida, un examen de conciencia, un bocado altamente venenoso.
Entre las corporaciones mencionadas está, por supuesto, Disney. Y cómo iba a faltar. Realmente, uno a veces olvida lo que se encuentra detrás del orgasmo de las animaciones y los parques temáticos. Nos basta a menudo con verificar la sonrisa de nuestros hijos, su ilusión y su momento, cuando juegan, por ejemplo, con su muñeco plástico Shrek, apenas adquirido en un restaurante de comida rápida. Olvidamos, claro está, que alguien a quién no conocemos (toda marca genera anonimato) ha tomado en cuenta a nuestro hijo como un consumidor incuestionable y activo.
Nuestros hijos todavía no hablan, pero ya consumen.
¿Por qué, yo me pregunto, si yo he ido específicamente a comer, he terminado comprando un juguete? Comer, pero entonces comprar un juguete, y entonces ver la película, y la versión en español, y la versión en inglés, y la secuela, y la otra secuela, y me agencio el DVD, y Disney, y Dreamworks, y todas las malditas fantasías animadas, las de ayer, las de hoy, y las que faltan por venir, que son miles, y no pocas, cada vez más sofisticadas, mercadeadas, ineludibles.
(Columna publicada el 3 de julio de 2004.)
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