Seabiscuit

¿Qué hacer? Leer el periódico es una actividad por estos días delicada. La descarto morosamente. También podría llamar a M…, no lo he llamado en varias semanas, nada sé de él. A lo mejor buscar en el rimero anárquico de los devedés el filme Seabiscuit, que renté hace dos, hace tres días.

Me decido por el filme. Seabiscuit está inspirado en el libro de Laura Hillenbrand (co–guionista, de hecho) y aquí conviene aceptar que el periodismo deportivo es un género que nos reserva historias espectaculares. Aprendemos a veces más del ser humano viendo un match de boxeo que una pintura de Tintoretto. Se aprende más del ser humano viendo a un caballo que viendo a la misma humanidad.

Seabiscuit incluye a los actores Tobey Maguire (Spiderman, Wonder Boys, Pleasantville) y Jeff Bridges (Starman, The Fisher King, The Fabulous Baker Boys, The Big Lewonski). Está dirigida por Gary Ross (Big, Pleasantville).

Un buen relato es más efectivo que mil parábolas morales. En este caso, la historia en apariencia trivial de un caballo resulta asombrosamente eficaz para dibujar una época deletérea: la Gran Depresión Estadounidense. Época de grandes iras, de grandes desesperaciones. Nos recitan en cada ocasión eso de que la gente se tiraba de los edificios, minados como estaban por la ruina económica. Sin embargo, Seabiscuit no es la historia de un broker suicida, tampoco es la historia del fatídico Black Tuesday, y menos la historia de Hoover o de Roosevelt, sino la historia –real– de un caballo de carreras (y de su dueño y de su entrenador y de su jockey) que se gana la simpatía de la prole, el pueblo, y los desahuciados. El Seabiscuit era un caballo en realidad muy pequeño para ser un caballo de carreras (y su jockey, un jockey demasiado grande, ciego de un ojo, por si fuera poco tenía una pierna inservible, a raíz de un accidente). Pero esa pequeñez, ese defecto, esa minusvalía no le impidió a Seabiscuit cumplir con la titánica tarea de convertirse en el mito oscarizado que hoy, como sabemos, es.

Seabiscuit fue nominada en la reciente ceremonia de los Oscar como mejor película, junto a The Lord of The Rings: The Return of the King, Lost in translation, Master and Commander: The Far Side of The World, y Mystic River.


(Columna publicada el 13 de marzo de 2004.)

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Como periodista, trabaja actualmente para los diarios locales El Siglo XXI y El Periódico, en donde desde el 2002 escribe una columna semanal (Buscando a Syd), y donde también trabajó durante varios años en la sección cultural. Asimismo mantuvo columnas permanentes de opinión de cine y literatura en los diarios El Quetzalteco y La República, y ha colaborado en diversas revistas, fanzines y publicaciones del medio.
 
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