Diarios de motocicleta


Cuando uno mira la publicidad de Diarios de motocicleta, uno asume que se trata de un proyecto genial: una road–movie construido a partir de las anotaciones del Ché Guevara. Al ver la película, nos damos cuenta que es una película desproporcionada y un poco manca, en el sentido de que el viaje de los protagonistas –el Ché Guevara y su amigo Alberto Granado– es un poco manco, dejándonos con ganas de más carretera. Pero además, la otra parte de la película, la que corresponde al “despertar espiritual”, por decirlo así, del Ché Guevara, no cuaja del todo. Esta película no admite bajo ninguna circunstancia el subtítulo que todos los románticos ideológicos del mundo anhelaban: “Mi nombre es Ernesto Guevara y así me nació la conciencia”. De ambos lados, uno termina un poco decepcionado.

Y sin embargo, se nota que el director –el brasileño Walter Salles– puso un cierto énfasis en injertar ese “despertar espiritual” en su película. No era cuestión de decepcionar a esa comunidad extensa de guevaristas latinoamericanos y universales, ese público después de todo cautivo. Hay incluso un momento cuando el Ché, en una especie de iniciación egipcia, atraviesa un río a nado para llegar hasta una comunidad de leprosos. Faltaba más.

Toda esa parte de la comunidad de leprosos es la culpable de que la road–movie nunca llegue a serlo del todo, y en lugar de desplazarse, los personajes aquí coagulan en un moroso estancamiento tropical y fílmico. Walter Salles se perdió la oportunidad de hacer el más bello retrato de Latinoamérica jamás antes realizado. Ni modo. Más bien opta (otra vez, ya lo había hecho en Estación Central) por el recurso de la fotografía postal, y con eso pretende saldar por lo menos casi dos siglos de nostalgia bolivariana.

Del lado actoral, la cosa no cristaliza. Para hacer del Ché, contrataron a Gael García Bernal, el mismo de Amores Perros, pero el problema es que el espectador está todo el tiempo consciente de que está delante de un actor mexicano relativamente famoso interpretando a Ernesto Guevara, y no frente a Ernesto Guevara sin más. Para terminar de arruinar las cosas, nos ponen en los Óscar a un Antonio Banderas a cantar. Es para no creer en nada, realmente.


(Columna publicada el 19 de abril de 2005.)

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Como periodista, trabaja actualmente para los diarios locales El Siglo XXI y El Periódico, en donde desde el 2002 escribe una columna semanal (Buscando a Syd), y donde también trabajó durante varios años en la sección cultural. Asimismo mantuvo columnas permanentes de opinión de cine y literatura en los diarios El Quetzalteco y La República, y ha colaborado en diversas revistas, fanzines y publicaciones del medio.
 
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