Constantine

La llamada “guerra espiritual” es un entretenimiento que ha estado muy en boga. En Guatemala, todos están hablando de “guerra espiritual”, protestantes y católicos. Los católicos hace unos años no hablaban de “guerra espiritual” (y si lo hacían, no era como ahora). Es evidente que han sido influenciados por el ascenso vertiginoso de los evangélicos. Para los evangélicos ese concepto de “guerra espiritual” es muy notorio. Esta mitología/motor les ha dado un empuje considerable.

Es de suponer que todavía estamos necesitados de leer novelas de caballerías. La única manera en que podemos sacudirnos este tedio cartilaginoso de encima es poniendo a funcionar la imaginación, imaginar que detrás de este mundo hay otro mundo más parecido al que imaginó, por ejemplo, Tolkien, en El señor de los anillos: comarcas del bien y comarcas del mal, guerreros del bien y guerreros del mal. Para no sufrir tanto, nos refugiamos en la fantasía, y hacemos de nuestra cosmogonía personal un cómic.

Constantine es una película, a su modo, sobre “guerra espiritual”, y está inspirada en un cómic, justamente: Hellblazer, de Jamie Delano y Garth Ennis. Es una película malograda. Se pudo haber hecho una película decisiva, un hogar de culto para todas aquellas almas sedientas que creen en esto de la “guerra espiritual”, se pudo haber tallado un nuevo landmark de la filmografía de lo ultraterreno (como en los setenta El exorcista), pero en lugar de ello nos entregan un filme absolutamente extraviado, inspirado en un cómic pero sin la mística de un cómic (¿no pudieron aprender siquiera algo de las películas de Riddick?), y para colmo con el actor más tieso y sellado de Hollywood, Keanu Reeves, quién difícilmente podrá permanecer demasiado tiempo en el trono de fama que Matrix le regaló. Reeves es un actor que remacha y por eso todavía está en el escenario, y lo estará acaso por más tiempo, pero no es un gran actor.

La trama daba para mucho, en toda evidencia. El problema nunca fue la trama: es que hacía falta una mente en verdad brillante para erguir la historia cinematográficamente. Los efectos especiales están bien cuando no sirven para tapar una carencia, un hoyo.


(Columna publicada el 5 de abril de 2005.)

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Como periodista, trabaja actualmente para los diarios locales El Siglo XXI y El Periódico, en donde desde el 2002 escribe una columna semanal (Buscando a Syd), y donde también trabajó durante varios años en la sección cultural. Asimismo mantuvo columnas permanentes de opinión de cine y literatura en los diarios El Quetzalteco y La República, y ha colaborado en diversas revistas, fanzines y publicaciones del medio.
 
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