Stone (I)
Muy fácil perderse en la industria del cine. Los amuletos de la bruma hollywoodense desorientan al más osado director. Cualquiera pierde alegremente su integridad –entre tantos millones.
Oliver Stone, aunque ha mantenido un intercambio jugoso con la industria, ha sabido mantener a la vez una ética filmográfica, y más: una ideología. En un país como el suyo, en donde reina el desconcierto y el vaivén individualista, esto se aprecia.
Oliver Stone se dio a conocer sobre todo por sus películas de guerra. La primera famosa que le conocí fue Salvador (1986). Situada durante el enfrentamiento armado salvadoreño, Salvador relata la historia (verdadera) de un periodista norteamericano sumergido en la contingencia moral de la guerra. Recuerdo esta película con cariño, aunque me parece que noté en ella cierto romántico y calado enfoque didáctico. Quiso meter todo el conflicto salvadoreño (Romero, las monjitas, etc.) en una sola película.
Platoon (1986) reúne a Tom Berenger, William Dafoe, Charlie Sheen, Forest Whitaker. Una película real como ninguna, alejándose de la veta surrealista de Apocalypse Now.
Wall Street (1987) nos entrega la contraparte lógica del esquema de guerra: el capital. Hay un discurso memorable (memorable, aunque no por su contenido) de Michael Douglas. Un trip intenso al mundo de la especulación. La vieja Norteamérica industrial es sustituida por una Norteamérica vampírica, virtual, desalmada.
Born on the Fourth of July (1989) muestra a un Tom Cruise absolutamente talentoso, representando a Tom Kovic (por cierto co–guionista del filme), un ex-combatiente de la guerra –luego su más acérrimo detractor.
The Doors (1991) marca un cierto giro en su carrera, desde el punto de vista formal, parece. Stone amplía su gama de recursos visuales y exploraciones estilísticas. La película nos cuenta la historia de Jim Morrison, el legendario cantante, sumido entre la genialidad poética y la alienación psicotrópica. Cuando vimos esa película, todos quisimos ser Morrison. El homenaje había funcionado. Yo incluso me colgué desde un techo –tres pisos en picada– imitando un poco la escena de la película, totalmente borracho.
(Columna publicada el 21 de diciembre de 2004.)
Oliver Stone, aunque ha mantenido un intercambio jugoso con la industria, ha sabido mantener a la vez una ética filmográfica, y más: una ideología. En un país como el suyo, en donde reina el desconcierto y el vaivén individualista, esto se aprecia.
Oliver Stone se dio a conocer sobre todo por sus películas de guerra. La primera famosa que le conocí fue Salvador (1986). Situada durante el enfrentamiento armado salvadoreño, Salvador relata la historia (verdadera) de un periodista norteamericano sumergido en la contingencia moral de la guerra. Recuerdo esta película con cariño, aunque me parece que noté en ella cierto romántico y calado enfoque didáctico. Quiso meter todo el conflicto salvadoreño (Romero, las monjitas, etc.) en una sola película.
Platoon (1986) reúne a Tom Berenger, William Dafoe, Charlie Sheen, Forest Whitaker. Una película real como ninguna, alejándose de la veta surrealista de Apocalypse Now.
Wall Street (1987) nos entrega la contraparte lógica del esquema de guerra: el capital. Hay un discurso memorable (memorable, aunque no por su contenido) de Michael Douglas. Un trip intenso al mundo de la especulación. La vieja Norteamérica industrial es sustituida por una Norteamérica vampírica, virtual, desalmada.
Born on the Fourth of July (1989) muestra a un Tom Cruise absolutamente talentoso, representando a Tom Kovic (por cierto co–guionista del filme), un ex-combatiente de la guerra –luego su más acérrimo detractor.
The Doors (1991) marca un cierto giro en su carrera, desde el punto de vista formal, parece. Stone amplía su gama de recursos visuales y exploraciones estilísticas. La película nos cuenta la historia de Jim Morrison, el legendario cantante, sumido entre la genialidad poética y la alienación psicotrópica. Cuando vimos esa película, todos quisimos ser Morrison. El homenaje había funcionado. Yo incluso me colgué desde un techo –tres pisos en picada– imitando un poco la escena de la película, totalmente borracho.
(Columna publicada el 21 de diciembre de 2004.)
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