Road Movie

Sigo hechizado con la idea de que Guatemala es toda ella la perfecta locación para hacer road-movies. El road-movie es sin más el género cinematográfico propio de Guatemala.

En unos minutos en carro pasa de un mundo a otro mundo, de un clima a otro clima, de una realidad social a otra completamente distinta. Guatemala intestinal: mil recodos, mil pliegues, todas las volutas, todas las formas, los fondos, esquizofrenia fantástica. Guatemala es un país profundo. Mi mujer me dice que Guatemala es más que belleza: es belleza con alma. Mi mujer me dice que Guatemala es como el Tíbet de América. Y yo creo, y a mí me parece que tiene toda la razón.

La riqueza es desgarradora y extraordinaria. Empero, no todo es dinámica y movilidad en Guatemala; también encontraremos lo congelado y lo eterno. Porque una road-movie no es crónica apenas de lo que transcurre (los paisajes y cuadros que el carro o autobús en movimiento va dejando atrás, al desplazarse en la carretera), es también crónica de lo que está quieto (esto es: la carretera en sí).

¿No sería sublime que todos esos jóvenes del país salieran a recorrer su tierra con pequeñas y portátiles cámaras digitales, grabándolo todo, perdiéndose, hallándose en Guatemala?

Y ni siquiera se necesita de una cámara de video: la imaginación es suficiente para hacer la película.

Nos hemos acostumbrado a viajar de una manera mecánica e insustancial. Pero para viajar bien, tenemos que sentirnos parte de una historia. Así viajábamos cuando éramos niños, creativamente. Pero viajar se ha vuelto para nosotros otro pretexto para quejarnos de muchas cosas, para comparar y calcular…

Tengo esta teoría: cada paisaje corresponde a una emoción; cada vegetación es perfectamente un sentimiento humano; cada celaje es lo extraño o es la esperanza. ¿Quieren encontrarse a sí mismos? Busquen en su país. Allí está todo lo que necesitan saber sobre ustedes mismos, el genoma alucinante que los conforma y configura, el ADN vivo en dónde aguardan las respuestas más increíbles, más arrogantes. Millones de historias en Guatemala. Una de esas historias es la mía.

(Columna publicada el 3 de agosto de 2004.)

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Como periodista, trabaja actualmente para los diarios locales El Siglo XXI y El Periódico, en donde desde el 2002 escribe una columna semanal (Buscando a Syd), y donde también trabajó durante varios años en la sección cultural. Asimismo mantuvo columnas permanentes de opinión de cine y literatura en los diarios El Quetzalteco y La República, y ha colaborado en diversas revistas, fanzines y publicaciones del medio.
 
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