El último secuestrado


Dios tiene un hábito más bien raro, ese hábito consiste en llevarse a los prodigios, a los genios, a los más hombres más sublimes, de este mundo. Que los deje aquí. A los demás que se los lleve. Que por favor se los lleve. Pero que no se lleve a Marlon Brando.

Así es, el último secuestrado de Dios se llama Marlon Brando. Supongo que no voy a discutir las razones del Creador. Asumo que las tiene muy buenas.

Es cierto que últimamente... Pequeños roles, migajas, nada comparable a lo que hizo en Nido de Ratas, Un Tranvía Llamado Deseo, ¡Viva Zapata!, Último Tango en Paris, El Padrino…

Es cierto también que ya había sufrido bastante –el suicidio de una hija, y su hijo en prisión, acusado de homicidio… una historia digna de Shakespeare.

Yo imagino, precisamente, que Dios le dijo al más grande dramaturgo de todos tiempos, le dijo a Sir William Shakespeare, cuando murió Marlon Brando: “Hey, William, te encargo una obra sobre Brando, con mucho poder, mucha tragedia, algo de sangre. No hace falta inventar. Inspiráte en su vida, nomás. Y después quiero una presentación especial de la obra para toda la corte celestial, que sea una producción gigantesca, gastá lo que querrás, yo pago. Y quiero que me pongás al mismo Brando de primer actor. Porque se lo merece, el muy cabrón. Porque ese hijo mío es actor de actores, y estoy orgulloso de él como ninguno, y lo vamos a recibir aquí como se lo merece…”

Y allí tienen a William escribiendo su obra más importante, preparando todos los detalles, organizando al elenco.

Bien. Después de ver El Padrino yo quería ser mafioso. Quería todas esas armas y todo ese respeto. Pero poco a poco se me fue enfangando el sueño, y frustrando la fantasía. Hasta que llegó el día crítico cuando me di cuenta que en realidad yo no quería ser mafioso: yo quería ser Marlon Brando. Y eso era más difícil.

Uno de los momentos más gloriosos y arquetípicos que he vivido yo, y ha vivido, ya no solamente la cinematografía, sino la humanidad, es cuando el coronel Kurtz en Apocalypse Now declara, en una mezcla absoluta de poder y de nada elemental: “El horror, el horror”. Al escucharlo, todos nos quedamos en silencio. Hasta el mismo Dios. Ahora sé por qué se lo llevó.


(Columna publicada el 20 de julio de 2004.)

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Como periodista, trabaja actualmente para los diarios locales El Siglo XXI y El Periódico, en donde desde el 2002 escribe una columna semanal (Buscando a Syd), y donde también trabajó durante varios años en la sección cultural. Asimismo mantuvo columnas permanentes de opinión de cine y literatura en los diarios El Quetzalteco y La República, y ha colaborado en diversas revistas, fanzines y publicaciones del medio.
 
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