Elogio a la handy cam

Las horas sin propósito, sin definición, las horas que sobran. Cualquiera tiene un período en su vida en donde nada pasa, todo pesa; todos hemos sufrido el spleen del tremendísimo hijastro del general Aupick; tengamos en cuenta las depresiones lentas y despiadadas; las paredes lamentablemente blancas; el malestar en el laberinto de toda panza.

Conseguir una camerita más o menos servible, más o menos portátil, más o menos amable.

Sufrir, pero hacer.

El cineasta no nace, sólo se va quitando de encima el fardo de su torpeza.

Leí hace muy poco una entrevista al poeta Eduardo Lizalde, en donde decía, con Steiner, que en literatura no hay pródigos. Hay genios matemáticos, músicos sobrenaturales, pero los escritores se van haciendo, establecen su inteligencia línea a línea, y lo mismo diremos del cineasta: conquista su genialidad.

Nada me causa más felicidad que ver a un adolescente tomar fotos o filmar…

Esta prosa, vamos al grano, es una invitación a registrar historias, diálogos, imágenes, a convertirnos en soldados de la fascinación, en minuciosos entomólogos de la existencia filmable. Una invitación a custodiar algo más que el propio personal ombligo; a ser un enviado y un vehículo del gran murciélago luminoso; una invitación para sacar a pasear al pequeño cineasta que todos llevamos dentro; llevarlo de la mano, pero mejor que él nos lleve. Un cortometraje es como un pequeño reloj con sus leyes y sus leyes por romper. Cuesta menos que hacer mucho dinero, o el amor con tres mujeres al mismo tiempo. Cuesta menos que matar al presidente, destruir a Dios, o tirarse por la ventana, extrema sensación pero grasienta al final. Si poseen muchas horas inútiles, filmen a su esposa mientras cocina: la comida mejora notablemente.


(Columna publicada el 13 de diciembre de 2003.)

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Como periodista, trabaja actualmente para los diarios locales El Siglo XXI y El Periódico, en donde desde el 2002 escribe una columna semanal (Buscando a Syd), y donde también trabajó durante varios años en la sección cultural. Asimismo mantuvo columnas permanentes de opinión de cine y literatura en los diarios El Quetzalteco y La República, y ha colaborado en diversas revistas, fanzines y publicaciones del medio.
 
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