Elephant, de Gus Van Sant (I)


Creo, lo creo con fervor, que cualquiera de las sangrientas matanzas en los colegios norteamericanos constituye un episodio culturalmente tan importante como la matanza que tuvo lugar en Nueva York el 11 de septiembre (no me gusta ese apelativo graficado y atenuante: 11/S). Allí estaba y ciertamente está el tumor verdadero. Lo demás –el terrorismo, Bush– es la enfermedad previsible, y posiblemente una medida –algo radical, muy efectiva– para desviar la atención. El golpe del 11 de septiembre desvió la atención de una sociedad entera y de toda una cultura. Con esa medida, el Enemigo estaba de nuevo afuera. Y es cierto: el Enemigo estaba afuera (dudarlo es ingenuo), pero estaba y está adentro, sobre todo adentro. Hay personas inteligentes, en una nación como Estados Unidos, que sinceramente lo saben, que saben que es fácil saberlo, y saben cómo hacer para que nadie lo sepa.

El método es la confusión de categorías. Primero nos hacen pensar (por medio de imágenes, entrevistas, localizaciones puntuales) que la matanza en el colegio es una tragedia comunitaria, cuando en realidad es una tragedia nacional. Una vez disminuida a esta nivel, la entierran bajo otra tragedia que en realidad es mundial, pero que han condensado, ahora sí, a nivel nacional.

Hacer esto último (darle un carácter local, circunstancial, a un problema estructural, histórico) no les ha resultado difícil a los estadounidenses, porque los estadounidenses tienden a creer que ellos son el mundo, o por lo menos la mejor nación del mundo, la más importante. Y juro que ésta no es ninguna exageración: es algo que he escuchado decir a muchos estadounidenses clase media, brutalmente arquetípicos.


(Columna publicada el 7 de febrero de 2004.)

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Como periodista, trabaja actualmente para los diarios locales El Siglo XXI y El Periódico, en donde desde el 2002 escribe una columna semanal (Buscando a Syd), y donde también trabajó durante varios años en la sección cultural. Asimismo mantuvo columnas permanentes de opinión de cine y literatura en los diarios El Quetzalteco y La República, y ha colaborado en diversas revistas, fanzines y publicaciones del medio.
 
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