Bowling for Columbine
Michael Moore ha establecido una reputación interesante en poco tiempo, esto por señalar, delatar, evidenciar con humor y sinceridad y creatividad políticas los generosos, los impresionantes, esos macabros errores morales del establishment estadounidense. De su último documental hemos recibido toda suerte de comentarios y repercusiones. Levantándose una oleada política a causa de este trabajo fílmico, que demuestra sin aspavientos que el arte y el lenguaje sí alteran la realidad concreta. Aún no llega a Guatemala, lamentablemente, pero al menos tuvimos la oportunidad de ver Bowling for Columbine, su documental pasado, y ganador del Óscar, y de Cannes.
En este previo trabajo –mezcla de ironía, acuciosidad, sensatez, mucha coherencia, y gran humanismo– Moore declara que la sociedad estadounidense ha sido ingresada deliberadamente a un régimen de miedo para elevar de esa suerte el consumo, entres otras cosas, el consumo de armas.
Bowling for Columbine es un verdadero ensayo –activado por una lógica minuciosa y muy encadenada– sobre la razón por la cuál un niño de seis años puede llegar a una escuela y matar a su compañerita de asimismo seis años.
¿Hecho aislado? ¿Marilyn Manson? No, por supuesto. Estas matanzas son el lujo tenebroso que se da una sociedad que puede comprar municiones en cualquier lado (K–mart, en el caso Columbine), nutrida morbosamente con imágenes de violencia todas las noches a través de los noticieros, y que crece en el seno diseñado de la xenofobia y la nada en su versión white suburbia.
Bowling for Columbine incluso se permite señalar a varios culpables inmediatos –entre ellos, el asqueroso Charlton Heston.
Columbine, flor de tiniebla multiplicada, quedará en nuestras memorias como un hecho tan arquetípico como la Solución Final. ¿Exagero? Vayan a decírselo a los padres que quedaron sin hijos. Este friso talvez no es tan largo como el de Auschwitz, pero qué aguafuerte del absurdo, pero qué memoria inapelable. La fuente en el jardín americano recicla su agua, que es sangre. Sobre la pax americana, descansa la pestaña de un asesino.
(Columna publicada el 13 de julio de 2004.)
En este previo trabajo –mezcla de ironía, acuciosidad, sensatez, mucha coherencia, y gran humanismo– Moore declara que la sociedad estadounidense ha sido ingresada deliberadamente a un régimen de miedo para elevar de esa suerte el consumo, entres otras cosas, el consumo de armas.
Bowling for Columbine es un verdadero ensayo –activado por una lógica minuciosa y muy encadenada– sobre la razón por la cuál un niño de seis años puede llegar a una escuela y matar a su compañerita de asimismo seis años.
¿Hecho aislado? ¿Marilyn Manson? No, por supuesto. Estas matanzas son el lujo tenebroso que se da una sociedad que puede comprar municiones en cualquier lado (K–mart, en el caso Columbine), nutrida morbosamente con imágenes de violencia todas las noches a través de los noticieros, y que crece en el seno diseñado de la xenofobia y la nada en su versión white suburbia.
Bowling for Columbine incluso se permite señalar a varios culpables inmediatos –entre ellos, el asqueroso Charlton Heston.
Columbine, flor de tiniebla multiplicada, quedará en nuestras memorias como un hecho tan arquetípico como la Solución Final. ¿Exagero? Vayan a decírselo a los padres que quedaron sin hijos. Este friso talvez no es tan largo como el de Auschwitz, pero qué aguafuerte del absurdo, pero qué memoria inapelable. La fuente en el jardín americano recicla su agua, que es sangre. Sobre la pax americana, descansa la pestaña de un asesino.
(Columna publicada el 13 de julio de 2004.)
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