Ciudad de Dios


El cine en Guatemala no ha sido todo lo que puede ser. No hablo del cine por hacerse (ni hablar) sino de la experiencia del espectador que elige una película, y en esa manera de elegir una película se está haciendo cargo de su propia vida.

Pero nadie puede hacerse cargo de su propia vida si no cuenta con toda la información necesaria. Una ley. Por eso, toda ética de la libertad es una ética de la información. Visto desde cierto ángulo, puede parecer un privilegio, un salvoconducto; no lo es. No veo por qué deba yo sentir distensión y confort (es lo que sienten algunos) cuando otros se hacen cargo de mi cultura cinematográfica. Más bien, yo siento incomodidad y por veces paranoia.

Digo todo estoy porque no me explico por qué no le han dado más espacio a una película como Ciudad de Dios (apenas, si la información del diario es correcta, la proyectan en un cine de la capital). La primera conjetura es la más simple: la calidad no es un criterio. Ya se sabe, y saberlo no sirve de nada.

La segunda conjetura es una conjetura de carácter práctico, quiero decir económico. No proyectan el filme en más salas porque no rinde dinero. Diré en su defensa ciertas cosas.

No resulta difícil enterarse de los premios que ha ganado: nueve premios en el Festival de La Habana; nominada al Globo de Oro, a los premios del cine europeo y a los premios Bafta de Inglaterra como mejor filme extranjero; premios en los festivales de Cartagena, Marrakech, Toronto y Uruguay; integró la selección oficial del Festival de Cine de Cannes 2002. La película fue auspiciada por Walter Selles, lo cual en todo caso debería decirnos algo. El filme ha recibido una buena dosis de programación y publicidad internacional, publicidad de la cual no estamos incomunicados (al fin tenemos televisión por cable, internet, leemos las secciones culturales).

La película es latinoamericana, por lo tanto de común interés. En las salas guatemaltecas programan filmes gringos dirigidos por autores absolutamente irrelevantes, filmes que no han tenido el grado espontáneo de advertising de Ciudad de Dios, ajenos absolutamente a nuestra identidad, y que sólo juntan a dos personas en la sala. Pero a estos filmes sí que les dan el espacio.

(Columna publicada el 4 de octubre de 2003.)

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Como periodista, trabaja actualmente para los diarios locales El Siglo XXI y El Periódico, en donde desde el 2002 escribe una columna semanal (Buscando a Syd), y donde también trabajó durante varios años en la sección cultural. Asimismo mantuvo columnas permanentes de opinión de cine y literatura en los diarios El Quetzalteco y La República, y ha colaborado en diversas revistas, fanzines y publicaciones del medio.
 
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