Verde sin duda
Bodrio. La versión de Hulk de Ang Lee es sin duda la película más aburrida y peor lograda del año. Un retroceso más bien visceral para Lee, quien nos había dado en Crouching Tigre, Hidden Dragon una historia bella de amor y artes marciales. Las artes marciales establecieron un género fílmico y televisivo que marcó a múltiples generaciones, una verdadera experiencia popular, un rincón divulgado que se emocionó en los setenta y comienzo de los ochenta y más, y que Ang Lee reestableció luego con una soberbia visual increíble.
Menos increíble es su Hulk, y su intento por revivirlo un fracaso. Siendo ese resurrector del género popular de las artes marciales, alguien pudo decir: ¿por qué no ponerlo a electrificar otro género popular, el cómic, y a uno de sus máximos personajes vivos y enterrados, Hulk, el iracundo monstruo verde de la Marvel? Efectivamente, parecía el más apto para el trabajo. Es lo que probablemente pensó Jennifer Conelly (Requiem for a dream) cuando aceptó colaborar en el proyecto. En realidad, la película no le sirvió de nada a su ya asentada trayectoria, por fracaso comercial y porque no la potenció como actriz en ninguna manera.
El problema con adaptar un cómic –la trampa– es que el director cree que debe sintetizar todos los números, fraguar la leyenda por entero, y eso es imposible. Se corre el riesgo de ser didáctico, por lo tanto tedioso. Mejor entresacar solamente un matiz, y a partir de lo particular, formular lo general. Es una ley del arte. Los primeros cuarenta minutos del filme están dedicados a dar una explicación que el espectador no necesita, cuando el espectador lo que necesita es acción, para ello es que se mete a ver una película sobre un gran, desproporcionado, más bien grosero hombre musculoso. Lo peor del caso es que no espanta. Parece un Shrek en más verde. Hay algo que simplemente no funciona en esa animación.
Difícilmente, esta película admite una secuela, a menos que un productor emperdernido y macho tenga el valor suficiente y el tino de dársela a un, por ejemplo, Tim Burton (quién no se limitó a recrear a Batman, sino que más aún instauró la “estética Batman”, y que puso de moda de nuevo a los superhéroes).
Bodrio.
(2 de julio de 2003)
Menos increíble es su Hulk, y su intento por revivirlo un fracaso. Siendo ese resurrector del género popular de las artes marciales, alguien pudo decir: ¿por qué no ponerlo a electrificar otro género popular, el cómic, y a uno de sus máximos personajes vivos y enterrados, Hulk, el iracundo monstruo verde de la Marvel? Efectivamente, parecía el más apto para el trabajo. Es lo que probablemente pensó Jennifer Conelly (Requiem for a dream) cuando aceptó colaborar en el proyecto. En realidad, la película no le sirvió de nada a su ya asentada trayectoria, por fracaso comercial y porque no la potenció como actriz en ninguna manera.
El problema con adaptar un cómic –la trampa– es que el director cree que debe sintetizar todos los números, fraguar la leyenda por entero, y eso es imposible. Se corre el riesgo de ser didáctico, por lo tanto tedioso. Mejor entresacar solamente un matiz, y a partir de lo particular, formular lo general. Es una ley del arte. Los primeros cuarenta minutos del filme están dedicados a dar una explicación que el espectador no necesita, cuando el espectador lo que necesita es acción, para ello es que se mete a ver una película sobre un gran, desproporcionado, más bien grosero hombre musculoso. Lo peor del caso es que no espanta. Parece un Shrek en más verde. Hay algo que simplemente no funciona en esa animación.
Difícilmente, esta película admite una secuela, a menos que un productor emperdernido y macho tenga el valor suficiente y el tino de dársela a un, por ejemplo, Tim Burton (quién no se limitó a recrear a Batman, sino que más aún instauró la “estética Batman”, y que puso de moda de nuevo a los superhéroes).
Bodrio.
(2 de julio de 2003)
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