Quiero ser negro

Uno se mete al cine a ver cualquier banalidad porque es una manera simple de soltar el libro George Steiner, o cualquier otra pedantería, de distraerse de las arcanas profundidades del Bhagavad Gita, de poner en paréntesis el desconcierto preelectoral. Uno se mete a la Cueva porque más vale no creer que todo al fin es tan serio o tan putamente importante.

Uno está viendo ahora mismo la pantalla estirada y diligente de la sala de cine, que encierra en un encuadre pueril a Eddie Murphy en La guardería de papá. Eddie Murphy fue el primer pop movie star posiblemente negro. No es que no existiesen antes actores negros famosos, no adelanten, es que Murphy fue el que inauguró para los suyos la cresta histérica del espectáculo cinematográfico. El espectáculo ha sido siempre asunto de blancos (entre el Oscar de Sydney Poitier y el de Denzel Washington median muchos años, cuarenta).

Murphy hizo varias cosas interesantes. Afianzó una manera de hacer comedia con el tono de su raza, y se entiende que su raza no es un gigante de dos metros capitaneando una vaga tribu africana, sino un tipo que habla rápido, que no pierde el tiempo.

No perdieron el tiempo. El resultado hoy es obvio: los negros norteamericanos han dado al mundo uno de los ejemplos más avasalladores de surgimiento cultural.

Eddie Murphy llevó sin complejos o travestismos un humor suyo y puro al consumo de gran escala, y en el acto ayudó a construir esa criatura horripilante: el blanco negro. No era un fenómeno nuevo (era de hecho un fenómeno que llevaba medio siglo de elaboración) pero en la persona de Murphy se cristalizaba una jugosa explotación por parte de la industria del entretenimiento, que aprovechó seriamente esta nueva pose y exposición antropológicas. En efecto los blancos se identificaron con Murphy y quisieron ser como él, quisieron ser un poco más negros (la música ya los había hecho algo negros). Cuando era niño, yo quise tener una pistola como la de Eddie Murphy en Beverly Hills Cop, pero sobre todo su risa franca y enorme y su manera de estafar con talento y desparpajo.

Hoy más bien me apuro en salir del cine, en volver a Steiner, al Bhagavad Gita.


(Columna publicada el 23 de agosto de 2003.)

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Como periodista, trabaja actualmente para los diarios locales El Siglo XXI y El Periódico, en donde desde el 2002 escribe una columna semanal (Buscando a Syd), y donde también trabajó durante varios años en la sección cultural. Asimismo mantuvo columnas permanentes de opinión de cine y literatura en los diarios El Quetzalteco y La República, y ha colaborado en diversas revistas, fanzines y publicaciones del medio.
 
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