La encerrrona

He visto ya cada una de las películas que están actualmente en cartelera, menos Rápido y furioso, que mi dignidad personal me prohíbe ir a ver.

Hoy no pienso reseñar un filme sino escribir sobre eso de ir al cine.

A veces entro al cine sin saber qué es lo que voy a encontrar, solamente abierto a la experiencia de la pantalla. Así está bien. O también entro al cine con la esperanza de hallar una respuesta directa a los males que me aquejan.

Lo que no sirve de nada es entrar al cine ya sabiendo de antemano qué voy a recibir, porque entonces estamos enlatando enlatados. El miserable ritual de la rutina de enlatar enlatados.

Si nos metemos a una sala para sentir una definición cenital o un caos apreciable, entonces estamos en lo, me parece, correcto.

Es el mejor modo de ir al cine, de hecho de vivir.

Este modo de vivir se puede volver un vicio, uno de los más bellos. Todos los estudiantes de cine lo tienen, y pueden en verdad pasarse un fin de semana entero viendo películas, una tras otra, como si resto no importara o fuera menos real.

Es la encerrona.

Es la maratón del celuloide.

Yo le aconsejo al que no halla un propósito en vida que al menos tenga el coraje de desangrarse viendo cine.

Soy un verdadero azar de las circunstancias y la pantalla es el veredicto de los dioses.

Ir al cine va más allá de desplomarse en la butaca y clasificar incesantemente a todos aquellos que están delante/detrás de nosotros.

Por lo tanto demando tener una ética de apreciación fílmica: callar al espécimen que según parece no tiene intención alguna de callarse durante el resto de la película, no importando si es un espécimen con porte, pelaje, espesor, a lo mejor peligroso; bajo ninguna circunstancia escribir una reseña sobre Rápido y furioso; ir al cine de vez en cuando solo; llorar cuando es debido.

Cosas así.


(Columna publicada el 30 de agosto de 2003.)

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Como periodista, trabaja actualmente para los diarios locales El Siglo XXI y El Periódico, en donde desde el 2002 escribe una columna semanal (Buscando a Syd), y donde también trabajó durante varios años en la sección cultural. Asimismo mantuvo columnas permanentes de opinión de cine y literatura en los diarios El Quetzalteco y La República, y ha colaborado en diversas revistas, fanzines y publicaciones del medio.
 
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