La Vía Láctea
La victoria siderúrgica de El Señor de los Anillos en la ceremonia de los Oscar era previsible, no del todo injusta.
Desgarbado, gordo, querible, neozelandés, el señor Jackson formó parte del ritual anual de la Academia, junto a su mujer, y ella también desentonaba a gusto con la encarecida pompa circundante. Es que las estrellas de cine se visten como si no hay pobres en el mundo.
Al señor Jackson no lo dejaría entrar el bouncer de la discoteca, de no conocerlo. Pero todo el mundo lo conoce: es el señor Jackson. No deja de ser curioso que sea un neozelandés el que devuelva el prestigio a los altos presupuestos. Se le encomendó un proyecto de cine equivalente a un proyecto de la NASA: un gran aparato interestelar (Tolkien, se llama la nave) que aterriza exitosamente en Tierra Media, y vuelve para contarlo.
No hacía falta darle todos los premios, sin embargo. Así por ejemplo la mejor edición pudieron facilitársela a Ciudad de Dios.
La ceremonia de los Oscar es como la Vía Láctea cinematográfica estadounidense, formada por estrellas de variables tamaños. Entre todas esas estrellas (Johnny Depp es una de ellas) había una muy brillante, y con todo muy olvidada: Sean Penn. Finalmente la NASA hizo algo bien, le ha dado a esta estrella sensible reconocimiento y ovación.
Muchos actores todavía consideran que es importante ganarse el Oscar: en su cabeza, es como si Dios les ha entregado las tablas de la Ley. El caso de Charlize Theron, ganadora del premio a mejor actriz. Se emocionó bastante.
Tim Robbins también contrajo nupcias con el galardón dorado, como mejor actor de reparto en Río Místico, ahora en carteleras, habrá que ir a verla (dirigida por Clint Eastwood, quien hizo ese otro filme consagratorio y memorable sobre Charlie Parker, The Bird).
Otro momento interesante de la noche fue el premio otorgado a Sofía Coppola, por mejor guión original. Esa mujer –de ni siquiera cuatro décadas– posee un genio artístico indiscutible, como ha quedado comprobado en The virgin suicides.
La ceremonia de las estatuillas es estudiada todos los años por observadores extraterrestres. Sobre este fenómeno han escrito y especulado continuamente, y ahora incluso piensan hacer una película al respecto.
(Columna publicada el 6 de marzo de 2004.)
Desgarbado, gordo, querible, neozelandés, el señor Jackson formó parte del ritual anual de la Academia, junto a su mujer, y ella también desentonaba a gusto con la encarecida pompa circundante. Es que las estrellas de cine se visten como si no hay pobres en el mundo.
Al señor Jackson no lo dejaría entrar el bouncer de la discoteca, de no conocerlo. Pero todo el mundo lo conoce: es el señor Jackson. No deja de ser curioso que sea un neozelandés el que devuelva el prestigio a los altos presupuestos. Se le encomendó un proyecto de cine equivalente a un proyecto de la NASA: un gran aparato interestelar (Tolkien, se llama la nave) que aterriza exitosamente en Tierra Media, y vuelve para contarlo.
No hacía falta darle todos los premios, sin embargo. Así por ejemplo la mejor edición pudieron facilitársela a Ciudad de Dios.
La ceremonia de los Oscar es como la Vía Láctea cinematográfica estadounidense, formada por estrellas de variables tamaños. Entre todas esas estrellas (Johnny Depp es una de ellas) había una muy brillante, y con todo muy olvidada: Sean Penn. Finalmente la NASA hizo algo bien, le ha dado a esta estrella sensible reconocimiento y ovación.
Muchos actores todavía consideran que es importante ganarse el Oscar: en su cabeza, es como si Dios les ha entregado las tablas de la Ley. El caso de Charlize Theron, ganadora del premio a mejor actriz. Se emocionó bastante.
Tim Robbins también contrajo nupcias con el galardón dorado, como mejor actor de reparto en Río Místico, ahora en carteleras, habrá que ir a verla (dirigida por Clint Eastwood, quien hizo ese otro filme consagratorio y memorable sobre Charlie Parker, The Bird).
Otro momento interesante de la noche fue el premio otorgado a Sofía Coppola, por mejor guión original. Esa mujer –de ni siquiera cuatro décadas– posee un genio artístico indiscutible, como ha quedado comprobado en The virgin suicides.
La ceremonia de las estatuillas es estudiada todos los años por observadores extraterrestres. Sobre este fenómeno han escrito y especulado continuamente, y ahora incluso piensan hacer una película al respecto.
(Columna publicada el 6 de marzo de 2004.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario