The Cooler

El mafioso Shelly Kaplow (Alec Baldwin, en un papel que le valió la nominación al Oscar como mejor actor secundario) tiene agarrado de las pelotas al pobre y perdedor Bernie Lootz (William H. Macy). Y cuando le decimos perdedor, lo decimos en el sentido más riguroso del término: tiene la peor suerte en la faz de la tierra, y tan mala suerte tiene que es el cooler en un casino, en el casino del mafioso Kaplow.

Pero, ¿qué es un cooler? Es un tipo que le baja la suerte a cualquiera, siendo la suya tan pésima y estúpida. Entonces, por ejemplo, si alguien viene ganando mucho en los dados, basta con ponerle al cooler al lado, para que su fortuna cambie en el acto.

Sucede que el buen y triste Bernie Lootz de pronto se enamora, y desde el momento en que se enamora su sino fatídico se desvanece para ceder el lugar a la mejor de las suertes. Beneficiado de pronto por una hembra y por el azar, sus habilidades como cooler también se esfuman, lo que, sobra decirlo, no le conviene en lo más mínimo a Shelly Kaplow.

Porque además Shelly Kaplow está en problemas, es decir su casino está en problemas, porque otros casinos de baja estofa le están quitando el negocio. Por tanto, no consiente que su cooler Bernie Lootz quiera fugarse tras su fantasía amorosa (Natalie, representada por Maria Bello).

El filme obtuvo dos nominaciones en los Golden Globe Awards. No es un filme ni sublime ni patético. Si el espectador es en alguna manera sensible, sabrá rascar su inteligencia, una vez terminada la función, y preguntarse sobre la relación existente entre el destino y el amor y entre el odio y el destino. Si el espectador es en alguna manera curioso, sabrá especular sobre la indeterminación y el orden, el caos y el logos, la necesidad y la libertad, el accidente y la ley, y en ese momento es cuando las cosas se ponen interesantes, porque esa precisa intersección, ese milímetro ínfimo y resplandeciente en donde casualidad y causalidad coinciden no puede ser otra cosa sino la morada de Dios. Pero además de Dios, nos dicen, existe el Demonio, ese Cooler que apenas con tocarnos la vida la deja hecha pedazos. Y entre Dios y Demonio, una probabilidad muy remota: el ser, digamos, humano.


(Columna publicada el 8 de mayo de 2004.)

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Como periodista, trabaja actualmente para los diarios locales El Siglo XXI y El Periódico, en donde desde el 2002 escribe una columna semanal (Buscando a Syd), y donde también trabajó durante varios años en la sección cultural. Asimismo mantuvo columnas permanentes de opinión de cine y literatura en los diarios El Quetzalteco y La República, y ha colaborado en diversas revistas, fanzines y publicaciones del medio.
 
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